1 de noviembre de 2010

Sobre hacer política (segunda parte)

Sobre el futuro de la política


Dentro de un poco más de 50 años el peronismo ya será centenario, faltará el agua, habrá luchas desde el centro hacia los barrios, tendremos que replegarnos en nuestras casas o salir a combatir, tendremos hijos y los abandonaremos y si quisiéramos tenerlos no podremos, tendremos esperanzas, estaremos alucinados. Todo eso podrá pasar por primera vez o por enésima, pero cuando nos pase será parte de nuestra cotidianeidad, y no estaremos preparados bajo ningún aspecto, y se nos crisparán los nervios y tendremos ganas de llorar.
Un apocalipsis de entrecasa es lo que propone Francisco Lumerman en EN TUS ÚLTIMAS NOCHES, pieza en la que el futuro se parece metafóricamente a cierta forma de ver el presente actual y en la que las barricadas van achicando el paisaje hasta aplastarnos la piel contra los huesos, y en la que el enorme espacio del nuevo teatro Timbre 4 amplía en resonancia y agranda su estremecimiento, estremecimiento que a veces no funciona del todo como cuando algún paso en falso de comedia lejos de descomprimir la situación la exasperan aún más. Sin embargo es esa exasperación constante lo que resulta metafórico y visceral respecto del presente que nos toca vivir, y le da a la obra la suficiente fortaleza como para que el espectador se involucre con el tema y se sienta tan extrañado como alguno de los personajes mientras mira imágenes de Perón en el exilio. El elenco acompaña la propuesta en el mismo registro, pero Rosario Varela le da a su personaje un atisbo de desesperación tan verosímil que la vuelve más vulnerable, más humana, más cercana y por eso su pobre mujer yerma deseosa de tener un hijo adquiere una dimensión trágica de recuerdo permanente.

EN TUS ÚLTIMAS NOCHES, de y dirigida por Francisco Lumerman. Iluminación: Ricardo Sica. Escenografía: Sol Soto. Intérpretes: Adriana Ferrer, Lisandro Penelas, Rosario Varela, José Escobar, Julieta Timossi, Ignacio Torres. Viernes a las 23.30. Timbre 4. México 3554. 4932-4395.

Sobre el mismo verso de siempre


Malos vientos corren en Santiago del Heztero, Harjentina, cuando a sus gobernantes comienza a doblegarlos la senilidad. La Madre Nutricia del pueblo, la Gobernadora, ya está grande para cuidar a sus súbditos, perdón, a sus conciudadanos, y el pacto con Abbadon es la salida más elegante a la crisis institucional que se avecina. Sangre nueva necesita su gobierno, no la de su esposo, el Gobernador, quien, postrado en una silla de ruedas, no sirve ni pa’ chiflar. Y sangre nueva conseguirá la Gobernadora a través de los enviados del Maligno, quienes, en la forma de langostas escapadas de la manga que azota la región, encontrarán entre los pajonales a tres hermanos encratitas que jamás han visto una mujer. Ascetas y continentes por antonomasia, los hermanos encratitas no podrán evitar sucumbir a los influjos de la Gobernadora, aunque el mayor de ellos resista y se le dibuje en el cuerpo una pasión irrefrenable. De allí al fratricidio hay un trecho bastante corto por lo que la profecía estará a punto de cumplirse: de la Gobernadora centenaria nacerá la Anticrista, y con eso la Gobernadora habrá pagado su parte del pacto. Pero siempre habrá alguien que resista, así sea la cajera de un supermercado coreano.
Ya desde su título LA ANTICRISTA Y LAS LANGOSTAS CONTRA LOS VÍRGENES ENCRATITAS supone jugar con los clichés de la Clase Z y sus orgías de sexo, violencia y sadismo. Algo así como la visión que muchos tienen de hacer política, donde el poder le otorga al poderoso la posibilidad de administrar sus propias orgías de sexo, violencia y sadismo. Pero bien dijimos más arriba: esta obra supone jugar con eso, y juega con muchas ganas. Uno, que entra al juego creyendo ser dado, se transforma en ficha con el correr de los minutos porque LA ANTICRISTA Y LAS LANGOSTAS CONTRA LOS VÍRGENES ENCRATITAS es una obra escrita en verso, una épica gauchesca desaforada, que nos lleva a descubrir casillero a casillero un mundo que ya conocemos pero al que no nos atrevimos a pensar de otra manera. Esas rimas irresistibles convierten al juego, además, en un musical acústico que fortalece la idea de fiesta constante hasta transformar la risa en aspaviento deforme. Para obtener ese resultado Gonzalo Demaría creó un tablero escénico en el tercer piso de IMPA en el que todo está entrevisto y nada develado, haciendo de esta pieza una de las experiencias teatrales más intensas de este año, experiencia de imágenes fugaces y fantasmagóricas como las que permite apreciar la luz de una vela, y de sonidos que reverberan porque la letra y la música son (¡por fin!) un mismo sonido puro. Y también consigue que sus actores jueguen el juego que les toca jugar carneándose en el asador. Si Omar Calicchio merece un párrafo aparte es porque con su Gobernadora traza un arco que une en un mismo monstruo sus creaciones de Oliver Hardy y de la criatura del doctor Frankenstein. Con esto no queremos decir que se repite, todo lo contrario, se agranda hasta hacernos pensar que es capaz de hacer (bien, muy bien) cualquier cosa. Y es a partir de su ductilidad que el discurso de la obra cobra un vuelo de alas batientes que pasa de la belleza del aleteo de un colibrí a la amenaza sanguinolenta de un murciélago. Como en la política, que es el arte de lo posible.

LA ANTICRISTA Y LAS LANGOSTAS CONTRA LOS VÍRGENES ENCRATITAS, de y dirigida por Gonzalo Demaría. Escenografía e Iluminación: Gonzalo Córdova. Música y Tiorba: Hernán Vives. Coreografía: Alejandro Ibarra. Vestuario: Sofía Di Nuncio. Preparación Vocal: Lucila Gandolfo. Intérpretes: Omar Calicchio, Daniel Campomenosi, Marco Antonio Caponi, Gerónimo Espeche, Alejandro Ibarra, Jorge Priano, Pedro Velásquez, Hernán Vives, Fanny Bianco. Lunes a las 21. IMPA/La Fábrica, Querandíes 4290.

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