11 de octubre de 2009

De boca contra el asfalto


El 28 de septiembre de este año la versión on line de Clarín publicaba la noticia sobre el hallazgo del cadáver de una mujer dentro de un contenedor en las inmediaciones de las calles Humberto Primo y Virrey Cevallos del barrio de Constitución. No se daban mayores precisiones, como tampoco se dieron el miércoles 30 cuando se amplía la nota y se informa que era el cuerpo de una prostituta dominicana de 39 años. Desde entonces nunca más se habló del tema. Caso cerrado. Era una prostituta. Algún cliente despechado. Un ajuste de cuentas. La fórmula habitual para sacarse de encima ciertas cosas al menos desde la cuestión comunicacional. Pero bueno, el tema es que a esta pobre mina le cortaron el gañote como a una chiva, así nomás. Y justamente así termina MULHER ASFALTO, y todo el mundo se conmueve por cómo le cortan el gañote a una pobre chiva desde unas imágenes de video. ¿Y de la puta? ¿Alguien se conmueve tan fácil con una puta con el maxilar roto y el vientre abierto? El resultado es que a la chiva alguien se la comerá y quedará el recuerdo de un rico asado, ¿pero qué queda de la puta? ¿Se la seguirán comiendo y regurgitando? MULHER ASFALTO ni da respuestas ni tampoco presenta el caso. Simplemente le da curso poético al devenir y durante una hora diez intenta que esa prostituta de Maputo no se muera. Pero se muere, quizás porque ya está muerta antes de empezar. Se muere sentada en su esquina, de espaldas al público y con la luz de frente, proyectando su sombra en una pared de la calle. Y uno se siente cliente y asesino, porque pagó para entender algunas cuestiones y es insensible a la muerte porque permanece en su rol de espectador.
Trasladarse mentalmente a Maputo, Mozambique, nos podría inducir a pensar en calles de tierra, niños desnutridos, rostros comidos por la desesperación. Nos induciría a pensar en el África de la postal ignominiosa del mundo capitalista, en el lugar común. A lo mejor Maputo es una linda ciudad, porque Maputo, hoy, no es más que la capital de un país y es tan cosmopolita como cualquier otra en este mundo globalizado. La imagen que tenemos de las cosas desconocidas siempre es superficial, y esto no es un juicio de valor. Conocemos cuando profundizamos, no hay otra manera, y parte de la realidad de Maputo está en esta pieza. En cada expresión teatral está presente la realidad inmediata de los pueblos, y la realidad social de Maputo (por lo visto al comienzo de esta crónica) no dista mucho de parecerse en algunos aspectos a la de Buenos Aires. Pero difiere en otros. Difiere, por ejemplo, en la expresión musical, en el ritmo del cuerpo, en la cadencia de las palabras que mezclan el portugués con el francés y las lenguas bantúes, y en la mirada. La mirada de Lucrecia Paco, actriz y directora de MULHER ASFALTO, ni es una mirada desesperada ni tampoco huérfana: es una mirada prístina. Sus ojos están vivos. Su voz nos transmite la seguridad de esa mirada, una seguridad que quizás se base en la alegría de estar viva. El suyo es un país joven que se independizó de Portugal en 1975 y padeció una guerra civil hasta 1992, donde la esperanza de vida no supera los 40 años y donde el trece por ciento de la población está infectada con el VIH, pero están vivos y quieren seguir viviendo. Y quieren cambiar las cosas, por lo visto, desde la vida. Todo el tiempo sus cuerpos parecen zigzaguear los dos millones de minas terrestres que en apariencia están enterrados en el territorio nacional, pero ese zigzagueo les permite vivir. No es lo ideal, pero es un arma. Zigzaguearle a la muerte es utilizar un arma para derrotarla, para no morir antes de tiempo.
MULHER ASFALTO no es un gran texto dramático; es quizás un poema cuya función dramática tal vez sea exigua. Pero en este caso eso no es un hecho importante, porque la cuestión no pasa por ahí. La cuestión pasa por el cuerpo y por la voz de Lucrecia Paco, que nos quita la vista del sobretitulado para prestarle atención a su trabajo, un trabajo que nos permite oler el miedo de esa puta ante su cliente asesino, un miedo que no se expresa sino que se siente muy adentro, desde ella hacia nosotros, el miedo universal a la violencia. Y la cuestión también pasa por la música que interpreta Cheny Wa Gune, música callejera, música primitiva, música del alma. Música que también es la alegría y la violencia de los pueblos, pueblos que no están construidos por meras ideas sino por seres humanos, los mismos seres humanos que hay en todas partes.

MULHER ASFALTO / MUJER ASFALTO, de Alain Kamal Martial. Dirigida por Lucrecia Paco. Producción: Manuela Soeiro. Diseño de Iluminación: Quito Tembe. Diseño Sonoro: Charlie Schlosky. Video: Litho / Logaritmo. Intérprete: Lucrecia Paco. Música en vivo: Cheny Wa Gune. Ciudad Cultural Konex.

Imperdible: Cheny Wa Gune se presentará en el ciclo Pequeña Música Nocturna que se lleva adelante en Harrods, el lunes 12 a las 23.30.

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